5. Organización de redes de acción para garantizar
el bienestar de los alumnos en el espacio escolar
La escuela secundaria es un espacio donde deben prevalecer condiciones que
garanticen el bienestar de todos sus integrantes. Estas condiciones abarcan
desde la existencia de instalaciones seguras e higiénicas hasta la convivencia
respetuosa, solidaria y justa. En suma, un entorno propicio para estudiar con
interés y entusiasmo.
Para lograr que la escuela sea un lugar apropiado para el desarrollo intelectual,
emocional y social de los alumnos se requiere que entre sus miembros
prevalezca una cultura de la prevención que permita identificar oportunamente
situaciones que afecten su salud o disminuyan el interés por emprender
tareas de estudio y convivir armónicamente con los demás.
En este sentido, la labor del orientador educativo es fundamental para promover
dicha cultura de la prevención. Su visión de conjunto del ambiente escolar
y de las características de los alumnos le pone en condiciones de apoyar
la labor de los docentes y tutores, de compartir información y de introducir
recursos de otras instituciones y programas encaminados a fortalecer la tarea
de la escuela secundaria.
El orientador educativo tiene ante sí la tarea de organizar redes de acción
tendientes a favorecer el bienestar y desempeño académico de los alumnos. A
través de estas redes, se promoverán acciones como campañas, conferencias,
reuniones y días abiertos con padres de familia. Se requiere que estas acciones
formen parte de una estrategia articulada en torno a un propósito definido:
enfrentar situaciones que demanden la participación de diversos actores de la
comunidad escolar, la prevención de adicciones o la construcción de entornos
saludables desde la escuela, por ejemplo.
Estas redes constituyen una vía para abordar, de manera informada y responsable,
situaciones que la escuela tiene en sus manos prevenir, y para realizar
actividades en ese sentido que –con la participación de alumnos, padres
de familia, maestros y autoridades escolares– puedan ponerse en marcha a lo
largo del ciclo escolar.
El desarrollo de estas actividades debe dar prioridad al tiempo de enseñanza
en las asignaturas y de ningún modo saturar la jornada escolar.
el bienestar de los alumnos en el espacio escolar
La escuela secundaria es un espacio donde deben prevalecer condiciones que
garanticen el bienestar de todos sus integrantes. Estas condiciones abarcan
desde la existencia de instalaciones seguras e higiénicas hasta la convivencia
respetuosa, solidaria y justa. En suma, un entorno propicio para estudiar con
interés y entusiasmo.
Para lograr que la escuela sea un lugar apropiado para el desarrollo intelectual,
emocional y social de los alumnos se requiere que entre sus miembros
prevalezca una cultura de la prevención que permita identificar oportunamente
situaciones que afecten su salud o disminuyan el interés por emprender
tareas de estudio y convivir armónicamente con los demás.
En este sentido, la labor del orientador educativo es fundamental para promover
dicha cultura de la prevención. Su visión de conjunto del ambiente escolar
y de las características de los alumnos le pone en condiciones de apoyar
la labor de los docentes y tutores, de compartir información y de introducir
recursos de otras instituciones y programas encaminados a fortalecer la tarea
de la escuela secundaria.
El orientador educativo tiene ante sí la tarea de organizar redes de acción
tendientes a favorecer el bienestar y desempeño académico de los alumnos. A
través de estas redes, se promoverán acciones como campañas, conferencias,
reuniones y días abiertos con padres de familia. Se requiere que estas acciones
formen parte de una estrategia articulada en torno a un propósito definido:
enfrentar situaciones que demanden la participación de diversos actores de la
comunidad escolar, la prevención de adicciones o la construcción de entornos
saludables desde la escuela, por ejemplo.
Estas redes constituyen una vía para abordar, de manera informada y responsable,
situaciones que la escuela tiene en sus manos prevenir, y para realizar
actividades en ese sentido que –con la participación de alumnos, padres
de familia, maestros y autoridades escolares– puedan ponerse en marcha a lo
largo del ciclo escolar.
El desarrollo de estas actividades debe dar prioridad al tiempo de enseñanza
en las asignaturas y de ningún modo saturar la jornada escolar.